tsuboi 3

Mientras haya vida, “Sr. Pikadon”

¿Conocéis el 6 de agosto?

Después de la guerra, una persona me recomendó y me hice profesor. Cuando era estudiante, estudiaba mecánica de motor de hélice de avión en la Facultad de Ingeniería. No era mi especialidad, pero todos fueron en la guerra y no había maestros masculinos. Enseñé matemáticas en las escuelas secundarias y preparatorias de Ondo-cho (actualmente la ciudad de Kure) y la ciudad de Hiroshima. “Sr. Pikadon" lo comencé a decir de mí mismo. Mi cuerpo estaba un poco mejor, pero estaba hinchado de la cabeza a los pies. El labio superior estaba lleno de ampollas. Aunque por vergüenza quería usar una mascarilla, mis orejas también estaban hinchadas y no podía hacerlo. Si me desnudaba en verano, las marcas de quemadura en mi espalda eran como queso. Los estudiantes me decían: “Vino un fantasma". Entonces, ante el primer 6 de agosto siendo profesor de secundaria, les pregunté: “Oíd, dejo mi clase de matemáticas hoy. Escuchadme. ¿Conocéis el 6 de agosto?". Los niños de aquel entonces lo sabían bien. Dije: “Hablo de la historia cuando realmente fui dañado por la bomba atómica. Antes de ese día, yo era un chico guapo". Han pasado unos 40 años desde entonces y nunca me lo he perdido.

 

 

 

 

 

 

 

 

Me discriminaron y apoyaron

En esa época había niños que estaban ausentes de la escuela, porque todos éramos pobres debido a la guerra. Los alumnos ausentes de nuestra época tenían que trabajar. Cuando se hacían estudiantes de secundaria, los adultos los hacían trabajar, como pescar y arar campos. Por ser pescadores, iban a pescar por la tarde y regresaban a la 1 o a las 2 de la noche. Aun así, la escuela decía: “Venid a las 8 am". Creo que era imposible que vinieran. En esos tiempos, los maestros se quedaban en la escuela, así que yo arreglaba la ropa de los alumnos hasta las 2 o 3 de la mañana. Había algunos que no se habían bañado aproximadamente en un mes. Entonces, llevaba a los niños a los baños públicos por turnos. Un día, una persona de los baños públicos me preguntó: “Maestro, ¿usted paga por todos?" Luego dijo: “Hagamos algo al respecto", y devolvió el dinero después de que los niños salieran del baño. También nos ayudó así.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Reencuentro con algunas estudiantes

Nunca lo olvidaré. Es un pequeño lugar romántico con la puesta de sol en las montañas del oeste. Desde el fondo, dos chicas vinieron diciendo: “¡Sr. Tsuboi!" Les dije: “Si tenéis tiempo libre, subamos y hablemos". Y en la sala de música, las dos chicas tocaron el piano un poco. Durante un tiempo, todos los sábados, me encontré con ellas. En un momento, le pregunté a una de ellas: “¿De cuál de las escuelas en que trabajaba eres?" Dijo: “Me enseñó, pero ¿no se acuerda de mí?". Dije: “¡Oh! ¡No me acuerdo porque siempre miraba la pizarra!", y nos reímos. Pues me esforzaba en enseñar. Pero dijo: “Usted fue el mejor profesor. Se enojaba mucho conmigo”. Cuando le pregunté: “¿Quién fue un profesor interesante?", respondió: el “Sr. Tsuboi". “¿Un profesor aterrador?", respondió: el “Sr. Tsuboi". Pero al final, dijo: “Quién es interesante y piensa en nosotras es, después de todo, el Sr. Tsuboi". Me alegré.

 

Saliendo juntos
Íbamos al cine los dos. Pero no podíamos entrar juntos, así que yo entraba primero. Ella venía más tarde. La razón es que en aquel entonces, bajo el ambiente del pueblo, era improbable que un hombre y una mujer estuvieran andando juntos. Teníamos que salir como si saliéramos solos. Una vez dentro, nos juntábamos y hablábamos muchísimo. Bueno, poco a poco nos hicimos amigos. Pensé: “No debo salir con ella”, porque ella estaría con un sobreviviente de la bomba atómica (hibakusha). Por eso, no le dije hasta el final: “Vamos a casarnos". La razón es que me decía a mí mismo: “Los hibakushas no pueden casarse. Me lo creo". Sin embargo, tres años después, cuatro años después, ella tampoco se había casado. Mientras tanto, ella supo en el segundo año que “él era un hibakusha”, y su padre y su madre le dijeron: “No salgas con ese tipo". “Todos los hibakushas morirán en unos pocos años. ¿Qué harás cuando te cases con una persona así? Pronto te quedarás viuda", decían los padres. Entonces, dijeron también sus parientes: “Es un hibakusha. No se sabe cuándo morirá. No estés con Tsuboi." Empezaron a odiarme. A pesar de que yo me esforzaba todo lo posible… Por eso, le dije: “Te digo que puedo morir pronto aunque esté contigo. Por eso, no creo poder casarme. Bueno, cuando encuentres a alguien que te guste, dímelo. Haré todo lo posible para ayudaros". Pero, antes de que nos diéramos cuenta, había surgido el amor. Antes de darme cuenta, el amor había surgido en los dos. Sin embargo, llegaron a no permitirle salir de casa. Llegaron a decirle: “Nunca te dejaremos salir". Habían pasado unos cuatro o cinco años desde que comenzamos a salir, y nos pasó eso. Luego, ella se enfermó un poco. Dormía en casa todo el tiempo. Aun diciendo: “Estoy aquí para visitarla", no me dejaban subir. Estaban enojados diciéndome: “Sucio", “¿Vas a secuestrar a nuestra hija?".

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Si no podemos en este mundo, en el otro mundo…
Con el tiempo ella se curó. Nos veíamos en secreto cuando sus padres no estaban. Un día, fui a una farmacia y compré somníferos. “No es bueno que esté contigo. No es bueno en este mundo, así que vamos a estar juntos en el otro mundo". Así, abrimos los somníferos. No sé cuántos debería tomar… Fuimos a un lugar de una pequeña colina donde no había nadie, nos sentamos en la hierba y los tomamos juntos. Después de un rato, nos dormimos. Alguien podría encontrarnos estando muertos, pero no pensamos en eso. Sin embargo, yo me desperté por la tarde. “¡No estoy muerto! ¡Esto es malo!". Pensé: “¡No tomé suficientes!", pensé en volver a tomar, y ella también se despertó. No sé por qué. Cuando le dije: “¿Te despertaste?", respondió: “¿Qué pasó?". En ese momento no sé si las estrellas ya habían aparecido. “Oye, no podemos estar juntos en este mundo, así que juramos estar juntos en el otro mundo y tomamos los somníferos. Pero no nos dejan estar juntos en el otro mundo tampoco". Hablamos profundamente así. Así que, de todos modos, juramos: “Pase lo que pase, vamos a sobrevivir". Y nos dimos la mano. Nos dimos la mano por primera vez en ese momento.
Bueno, ahora está bajo la tumba. También el pasado día equinoccial. Fui a la tumba y dije: “Oye, ¿cómo estás? Voy ahora". Dije: “Pase lo que pase, dejemos de elegir la muerte por nosotros mismos". Luego se puso un poco más alegre. A los hombres no les dicen nada aunque no se casen. Pero a las mujeres les dicen algo como: “¿Sigues perdida a tu edad? ¿No tienes un hombre?". Uno o dos años después, bajo esta estructura social tan vieja y mala, con mucho esfuerzo ella me esperó. Con el tiempo, mi suegro falleció. Un oficial de PTA nos ayudó. “Tsuboi es una buena persona." Se lo dijo a mi suegra. “Déjela estar con Tsuboi". Sabía que yo arreglaba la ropa de mis alumnos hasta las 2 o 3 de la madrugada. “No hay nadie como él. ¿Cómo puede decir 'No dejaré que te cases’? ¡No hay que discriminar por ser hibakusha!". No lo dije yo, porque complicaría las cosas. Entonces, mi suegra y sus familiares comenzaron a decir: “Tsuboi es una buena persona". El médico dijo: “Morirás en tres años", pero sigo vivo, cinco o seis años después. Llegué a decir: “Estaré bien, no moriré". Finalmente pudimos casarnos.
Pero aun así, mi suegra y algunos parientes temían que si celebrábamos la boda formalmente otros parientes intentarían que rompiéramos o hablarían mal de nosotros. Por eso nos dijeron que debíamos marcharnos. Es decir, no podíamos vivir allí. Tuvimos que ir a otro lugar, y fuimos a la montaña (al noroeste de Hiroshima). Ya estaba decidido que nos iríamos. La junta de educación lo decidió. Pero luchamos contra la junta de educación. La Junta de Educación dijo: “Esperad un año", y se retrasó un año nuestra partida para la montaña. También queríamos casarnos, pero se retrasó un año. Un año después fuimos a un lugar llamado Kumano. Ahí comenzó nuestra vida marital. Nos casamos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“¡Sobrevivamos mientras vivamos!”, dijimos los dos. Pero a menudo me enfermaba. Ella me decía a veces: “¿Para qué estoy contigo?" Aproximadamente 20 años después de nuestro casamiento, cuando todos nuestros hijos habían crecido, me dijo: “Estoy contigo porque soy como una enfermera en un hospital". Yo solía ir al hospital frecuentemente. Ella a veces se quejaba así. Hace unos 22 años tuvo un derrame cerebral. Murió alrededor de las 5 am. Yo tenía muchas enfermedades, así que trabajaba aprovechando los momentos que estaba bien. Aun casándome, no pude hacer un viaje de luna de miel. Después de retirarme a la edad de 60 años, me pregunto si he estado en Hokkaido más de 10 días.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sobreviví
Cuando era maestro, tomaba un descanso de la escuela de vez en cuando. Fui hospitalizado más de 10 veces. Por eso no me dejaban ser tutor de una clase. Solo tres grupos se graduaron conmigo. Todos ellos se graduaron antes de que vosotros nacierais. Fue triste. Grabé lo que llamo “Grabadora de la muerte" en el hospital. En la cama, me grabé para los estudiantes diciendo: “Estoy enfermo, así que tal vez no pueda asistir a la ceremonia de graduación ni a la ceremonia de clausura. Buena suerte a todos".
Tengo dos cánceres y tengo una anemia especial. Me dijeron tres veces en el hospital: “No vas a pasar de esta noche, así que reúne a tus familiares". Lo entendería si fuera justo después del bombardeo atómico. Pero habían pasado 10 o 20 años. Aun después de tanto tiempo, me puse en estado crítico. No sabía cuándo moriría. Todavía me encuentro con ese médico en el hospital de vez en cuando, pero él dice: “No me hables de lo de aquel momento". A pesar de que me declararon: “Vas a morir, así que reúne a todos", sobreviví. Alguien me ha estado salvando. No importa si es un Dios, un Buda o una persona. Me dejan vivir, simplemente. Lo único que siempre tengo en cuenta es: “Cuidar de mi vida. Viviré mientras viva". Eso es lo más importante para mí. Al conoceros, os digo: “Cuidad de vuestra vida". Me llevaré esta palabra a la tumba y a dondequiera que vaya. Por eso la guerra es: “¡Qué decir!". La guerra, que quita vidas, es absolutamente mala.

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Posted by abiru