Desde Aquel Día

Desde Aquel Día

-by NAGANO Hiroaki

Mi nombre es Kanazawa Etsuko. En 1945 yo contaba 16 años,

 

 

 

 

 

y tenía una hermana Kuniko de 13 años y un hermano, Seiji de 9. Kuniko y Seiji murieron en el bombardeo atómico de Nagasaki. 

 Pero a decir verdad, ellos no deberían haber muerto, todo fue culpa mía.

 

 

 

 

 

 

 

 En la mañana del 9 de agosto de 1945, sonó la alarma de ataque aéreo y la gente corrió a los refugios antiaéreos. Pronto la alerta fue cancelada, y fui a trabajar dejando a mi madre y a mis hermanos en casa.  Era un día de pleno verano y muy caluroso. Yo estaba trabajando

en el gimnasio de la Facultad de Economía de la Universidad de Nagasaki, situada ahora

en Katafuchi-machi, como miembro del cuerpo estudiantil, construyendo tuercas, piezas de aviónes, para la surcursal de la fábrica de Mitsubishi Electric.

 El gimnasio estaba a 2,8 km de donde se produjo la explosión de la bomba atómica.

 Los pernos, tuercas y piezas que salían defectuosos se amontonaban en el pasillo.

 

 

 

 

 

 

 

 A las 11:02 horas el bombardero B-29 llamado Bockscar de los Estados Unidos de América dejó caer una bomba atómica sobre la iglesia de Urakami de Nagasaki.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 La explosión fue brutal y la onda expansiva de calor alcanzó temperaturas de 2.000 a 3.000 grados centígrados que arrasó y carbonizó todo lo que encontraba a su paso.

 

 

 

 

 

 

 

 En ese momento, se oyó un estruendo, un ruido estrepitoso de cristales rotos, de las ventanas del gimnasio donde yo estaba trabajando, se iluminó todo intensamente y de pronto todo se oscureció. En seguida me tapé los oídos con los dedos gordos de las manos y con los demás dedos me cubrí la cara y los ojos, me tiré al suelo. La polvareda se me metía en la boca

y en los ojos, no podía abrirlos.

 Un obrero me llamó y me dijo: “Todo el distrito de Urakami ha sido destruido. Tu casa puede haberse quemado, rápido vete a casa.”

 

 

 

 

 

 

 A toda prisa corrí hacia mi casa. Cuando llegué a la estación de Nagasaki y miré en dirección de Urakami, todas las casas de madera estaban arrasadas, los incendios estallaban por aquí y por allá no había quedado rastro de carreteras. Como no podía ir hacia Urakami debido a los incendios, decidí coger un desvío hacia el oeste y cruzar el puente Inasa.

 

 

 

 

 

 Justo encima del puente encontré a mi padre que volvía a casa desde su empresa Mitsubishi Electric. Al vernos los dos sanos y a salvo nos abrazamos y lloramos. Pero ahora lo importante era confirmar que nuestra familia se encontraba bien por lo que nos dirijimos hasta Takenokubo-machi por la orilla del río Urakami.

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 Encima del puente de Mori-machi, vi el cadáver de un caballo carbonizado de pie.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 También vi a una madre totalmente carbonizada con un bebé en su espalda apoyada en un fregadero de una casa derrumbada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 Había cientos de cadáveres dispersos, de personas que habían huido de la zona de Urakami. Los supervivientes estaban llenos de quemaduras y ampollas, o casi desnudos con la ropa quemada y pegada al cuerpo, se tambaleaban de izquierda a derecha. También había un sinnúmero de cadáveres apilados a lo largo de las orillas del río Urakami. Los moribundos nos pedían agua y ayuda, pero mi padre y yo no podíamos hacer nada. Todo era un deambular de personas quemadas que parecían fantasmas llenas de dolor.

 El día que se lanzó la bomba atómica fue un infierno en vida, incluso ahora lo sigo sintiendo.

 

 

 El 10 de agosto, el suelo todavía estaba calcinado y caliente, pero mi padre y yo caminamos hasta el barrio donde se encontraba nuestra casa. Allí lo primero que llamó mi atención fue un cadáver calcinado y ennegrecido de un adulto que yacía cerca de las ardientes ruinas de nuestra casa . Pensé que era mi madre, corrí hacia el cadáver, me incliné y me aferré a él

gritando “¡Mamá! ¡Mamá!" 

​ Entonces apareció un amigo mío de la infancia y me dijo que mi hermano había sufrido quemaduras y se encontraba en un refugio antiaéreo cercano. “Lo siento, no pude hacer nada," me dijo. Al oír esto, mi padre y yo nos fuimos apresuradamente a cada uno de los refugios del vecindario, mirando y llamando a gritos a mi hermano: “Sei-chan!" “Sei-chan!"

 

 

 

 Finalmente, después de buscar en varios refugios, encontramos a mi hermano tumbado en la entrada de uno. Había sufrido quemaduras en todo su cuerpo. Su rostro estaba lleno de ampollas, lo que le hacía imposible abrir los ojos. En la piel quemada de su pecho apenas quedaba una etiqueta en la que se podía leer su nombre: “Kanazawa Seiji, tipo sanguíneo B, alumno de cuarto de primaria, nueve años de edad." Cuando mi padre trató de cogerlo, la piel quemada se le desprendía y se le quedaba pegada en los brazos de mi padre. Mi padre encontró entre las ruinas del incendio una persiana de madera, colocamos encima a Seiji, todo dolorido y lo llevamos a una estación de primeros auxilios, mientras le deciamos “¡Ánimo! ¡Aguanta! Sei-chan! " El personal de socorro sólo le aplicó ungüento de zinc. Llevábamos a Seiji de regreso al refugio cuando nos sorprendimos al ver a mi madre y a mi hermana menor, caminando con aspecto de mucho cansancio.

 

 

 ¡Mi madre estaba viva! Al ver a su hijo herido, corrió a su lado lloró y gritó desesperadamente.

Seiji había salido de la casa diciendo que iba a atrapar libélulas.

    Mi madre y mi hermana quedaron sepultadas bajo la casa, pero lograron liberarse. Aunque preocupada por Seiji, mi madre sólo pudo coger a Kuniko y huir por la ladera del monte Kompira hacia un campamento de refugiados, pasaron la noche allí y esperaron al amanecer para volver.

    Mi hermano parecía aliviado por reunirse con sus padres y sus dos hermanas, pasamos la noche juntos en el refugio. Pero al tercer día el 11 de agosto, Seiji falleció susurrando: “Tengo sed. Duele, duele. “Si la alarma del ataque aéreo se hubiera mantenido en vigor, las personas se hubieran quedado en los refugios antieáreos, y un gran número de ellas incluyendo a mi hermano habrían sobrevivido.

 

 Pusimos el cadaver de Seiji sobre los trozos de madera que habíamos encontrado y nosotros mismos lo incineramos. Mi madre gritó: “¡Quiero morir con Seiji!" Y trató de saltar al fuego

pero la detuvimos mientras todos llorábamos.

 El 15 de agosto nos enteramos que la guerra había terminado y que Japón había sido derrotado.

    No puedo dejar de pensar que, si el final de la guerra hubiera llegado antes, no habría habido necesidad de lanzar las bombas atómicas, ni habría habido necesidad de enviar pilotos kamikazes  a misiones suicidas y se hubieran evitado muchas muertes.

 

 

 El 16 de agosto, caminamos 50 kilómetros hasta Obama la ciudad natal de mi padre. Mi madre colocó las cenizas de Seiji en un tazón de arroz que encontramos tapándolo cuidadosamente con una mano para que las cenizas no se derramaran. Aún cuando estábamos refugiados en Obama,

Kuniko cada vez que escuchaba el ruido de un motor de avión se echaba a temblar y a llorar y se escondía tapándose entera con un futón hasta que no creía que “la Guerra ya terminaba.”

 Kuniko falleció un mes despúes del bombardeo, el 10 de septiembre por las secuelas que le produjo la bomba atómica.

 

 Kuniko comenzó a perder el cabello, a salirle manchas por todo su cuerpo, a sangrar por las encías y a sufrir pérdidas de sangre por las heces. Y finalmente ella murió en medio del dolor.

 Una semana después a mi madre también le aparecieron manchas en su cuerpo y fue ingresada en el un Hospital de Obama durante un mes. Pero vivió hasta los noventa y tres años de edad. A pesar de que las dos estuvieron expuestas

a las mismas condiciones, el mismo lugar, tuvieron un resultado tan diferente. Creo que la bomba atómica es un arma cruel que afecta más a los niños más pequeños que los ancianos.

 Mi padre murió en 1948 tres años después de la bomba atómica. Mi madre le culpaba pensando “Si nos hubiéramos evacuado a Shimabara, Kuniko y Seiji no habrían tenido necesidad de morir.”

 Aunque probablemente mi madre a quien quería culpar era a mí.

 

 

 Antes de que la bomba atómica fuera lanzada, en el jardín de mi casa de Zenza-machi teníamos algunos árboles de nísperos, higos, granadas y mandarinas, solíamos trepar a los árboles y comer los frutos, nos divertíamos mucho. Pero en aquel entonces Kuniko y Seiji no estaban en Nagasaki.

Después de que Japón atacara a China y Pearl Harbor de los Estados Unidos, la guerra se expandió y Japón también fue objeto de bombardeos por parte de Estados Unidos. De modo que Kuniko y Seiji fueron evacuados a la casa de mis abuelos en Kagoshima un año antes de todo esto.

 

 

 

 

 

 Yo me sentía sola y triste y todos los días le pedía a mi madre que los trajera de vuelta a casa.

 Entonces mi madre me dijo que probablemente ya tendrían amigos y no querrían volver, si era así y ellos no querían regresar, era mejor dejarlos allí. Yo le dije: “de acuerdo mamá.” Tomé un tren y me fui sola a Kagoshima a buscarlos.

 

 

 

 Cuando llegué a Kagoshima, los dos me dijeron: “Aquí tenemos muchos amigos, no queremos volver a Nagasaki.” Mis abuelos también se opusieron. Pero me los llevé a casa en contra de su voluntad. Esto ocurría cuatro meses antes de la bomba atómica.

 Me arrepiento de haber roto la promesa que le hice a mi madre y haberme traído en contra de su voluntad a mis hermanos de Kagoshima. Ellos dos que dijeron “No queremos volver a Nagasaki” murieron por la bomba atómica y yo en cambio sobreviví. Sigo pensando que debería haber muerto en lugar de ellos. Todos los días rezo delante del altar y pido perdón a mis padres, y hermanos, si no los hubiera obligado a regresar, ahora estarían vivos.

 Mi madre antes, nunca en su vida me había reprochado nada, pero desde ese día que murieron mis hermanos, nuestra relación se volvió tensa y fría. Las dos encerramos nuestra tristeza en el fondo de nuestro corazón y seguimos hacia adelante. Sin embargo, justo una semana antes de morir mi madre, de repente, me dijo repetidas veces llorando “Etsuko-chan, perdóname eh, gracias.” En ese momento, yo sentí que, por fin, ella me había perdonado. Yo también, desde lo más profundo de mi corazón, le dije: “Mamá, perdóname, Yo forcé a mis hermanos a regresar conmigo y por ello murieron. Perdóname.” Todo esto, ocurría en el hospital, mientras le frotaba la mano a mi madre, tumbada en la cama, llorando y pidiéndole perdón. Al cabo de una semana falleció como si se quedara dormida.

 

 

 Ahora tengo hasta bisnietos y no quisiera que fueran victimas de otra guerra, jamás!  Japón es el único país del mundo que ha sido bombardeado con la bomba atómica. Rezemos todos juntos por todas aquellas almas que se perdieron en aquella guerra. Igualmente rezo para que, cuanto antes, Japón tome la iniciativa de liderar la abolición de las armas nucleares y acabar con las guerras miserables en la Tierra.

 

 

 

 

 

 

La Explosión de la Bomba Atómica y los Daños Causados

 A las 11:02 de la mañana del 9 de agosto de 1945, una bomba atómica cayó y explotó en el aire
     a una altura de 500 metros sobre el norte de la ciudad de Nagasaki – 171 Matsuyama machi.

Nagasaki City el 9 de agosto de 1945
Población: alrededor de 240.000

Muertes y heridas causadas por la bomba atómica
(Estimaciones hasta finales de diciembre de 1945)
Muertes: 73.884
Lesiones: 74.909

Casas enteramente quemadas: 11.574
Casas enteramente destruidas:  1.326
Casas parcialmente destruidas:  5.509

Tierra completamente nivelada: 6,702,300㎡
(Citado de The Records of The Atomic Bombing in Nagasaki)

あの日から
Since That Day
Desde Aquel Día

絵 / 永野博明 Picture: Hiroaki Nagano
文 / 金澤悦子 Text: Etsuko Kanazawa
訳 / 永野博明 Translation: Hiroaki Nagano
英語監訳/ 坂本季詩雄、Felicity Greenland
Supervisor of English Translation:
Kishio Sakamoto, Felicity Greenland
スペイン語監訳/ 牛島万、Kótaro Yanagi Ortega
Supervisor of Spanish Translation:
Takashi Ushijima, Kótaro Yanagi Ortega

Posted by abiru